Si vuelvo atrás en el
tiempo, recuerdo que lo peor para mí, no fue el diagnóstico del cáncer de mamas,
sino saber que finalmente me extirparían un seno. Eso, fue doblemente
devastador, porque pensé: "ya no seré atractiva, aceptada, ni deseada".
Y, es que para bien o
para mal, nuestros senos nos definen como mujeres, madres, parejas y por qué no decirlo,
como objeto de deseo dentro de la sociedad. Por lo tanto, perder un
seno o dos - en el peor de los casos -, es inicialmente un atentado descomunal a
lo que somos, por dentro y por fuera.
Así, nuestros cimientos
más íntimos se tambalean, poniendo a prueba nuestra autoestima, femineidad y las relaciones
afectivas o sociales. Lo que nos afecta por completo en lo emocional, causándonos un profundo dolor.
Mi primera reunión
social después de la mastectomía, fue un cumpleaños infantil al que llevé a
mi sobrina más pequeña. Aún no tenía prótesis y me hice una con algodón,
que quedó bastante bien.
Al llegar ahí y ver a
toda esa gente, mi primera sensación fue de mucha vulnerabilidad; ya que al saber que "algo me faltaba”, me sentí completamente "desnuda" y por ende, expuesta. Obviamente, al pasar los años, estas interacciones siguieron dándose y he tenido que reaprender hasta hoy, a sentirme cómoda entre hombres y mujeres.
Sé por experiencia propia, que reencontrarnos con nuestro cuerpo y nuestra femineidad, no es una tarea fácil. Sin embargo, ya seas una
sobreviviente como yo o estés pasando por este duro diagnóstico, jamás dudes de
lo que eres: una mujer linda, valiosa y valiente.
Carlota
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